La opera prima del director Valdimar Johannsson arrasó en el Festival de Sitges como mejor película, mejor actriz, y el premio Citizen Kane a dirección revelación. Además Lamb es la representante de Islandia en los próximos premios Oscar.
Una pareja de pastores islandeses en medio de las montañas, de su soledad y un secreto que deciden callar; descubren que una de las ovejas de su rebaño acaba de dar a luz a un cordero, nada normal, y es cuando todo toma una nuevo rumbo en sus vidas.
Protagonizada por Noomi Rapace, quien siempre la habíamos visto en películas de acción y suspenso, pero en Lamb vemos otra faceta de ella bastea intrigante que te lleva a querer descifrar lo que oculta, y prefiero ahogar entre tanto silencio, junto a Hilmir Snær Guðnason y Björn Hlynur Haraldsson.
Hace mucho no veníamos una película que desde el principio no supieras hacia donde va, te narra a través de cada uno de los sentidos lo que iremos descubriendo, manteniéndotela al borde del suspenso en medio de una inerte relación montada en la rutina y la soledad.
La fotografía enmarca un escenario fértil y al mismo tiempo desolado en medio de un silencio donde destellos sonoros te mantienen alerta, porque más allá de lo que podemos ver está sucediendo algo inexplicable.
El instinto materno es indudable en los seres vivos y aquí lo podemos ver al mismo tiempo del desconcierto al ver a este nuevo integrante en la familia, que por momentos podría ser la mascota o esa hija perdida.
La rutina se rompe, la felicidad regresa, así como un integrante curioso y alterado, cuestionando, presionando. Animales, paisaje, humanos todos están en una lucha por la ruptura del equilibrio, por esa maldad que s respira pero prefieren ignorar.
Decir más sería roper el aura de misterio e incertidumbre que rodea Lamb.
