Por Sabina Jiménez Barragán
«Las mujeres no nacemos amando, aprendemos a amar.»
-Marcela Lagarde
Como dos caminos en constante constructo, el amor y el arte van en búsqueda del sentido de ser. Entre mujeres hemos elaborado un lenguaje nuestro que podemos entender con interrogantes y verdades, entre esas palabras se repite «amor» casi siempre como una extensión de nuestra naturaleza. Es necesario tomar como punto de partida la experiencia del ser para mirar las diferentes manifestaciones del amor en manos de las mujeres.
Nos situamos en la actualidad y dentro de una colectividad, el «amor» como verbo y sentimiento muta en varios cuerpos y mitos que crean paradigmas alrededor de nuestra voluntad como mujeres. Ante esta constante sospecha, muchas mujeres no se conforman con el cautiverio patriarcal y han materializado a través de su arte una propuesta de libertad.
Lejos de la figura del hombre, aparece una historia entre dos mujeres donde el amor se gesta auténticamente por Marianne y Héloïse, el largometraje «Retrato de una mujer en llamas», dirigido por Céline Sciamma es un gran ejemplo de cómo el romance visto por la lente de una mujer es totalmente distinto, el cuidado que tiene esta obra nos habla de que ahí hay varias preguntas que trazan una puerta para distintas formas de amor entre mujeres. Comencemos con el espacio entre la una y la otra, no hay invasión, se alcanza a ver que cada intensión de acercamiento es paciente ante la respuesta de la otra.
Luego está el reconocimiento mutuo, que no solamente se da entre las protagonistas porque también se observa entre las otras mujeres, esto detona un pensamiento poderoso sobre el amor con la
otra que no radica en lo erótico-afectivo, sino que se presenta en las acciones cotidianas que son para sostenerse entre ellas y a la vida misma, como un acto de reconocimiento horizontal se mira a la dueña de la casa preparando la comida y a la «sirvienta» bordando.
Este reconocimiento se presenta también al momento de que Héloïse es retratada, ella le hace entender a Marianne que, aunque está siendo observada, ella la observa de vuelta.
Esta última idea es muy importante para reflexionar sobre la mujer y el arte, ya que por muchos siglos nosotras hemos sido las observadas por «el» artista, me atrevo a decir que siempre sin posibilidad de un dialogismo que nos permita ser sujetas y no objetos de observación entre la persona que retrata y nosotras. Por ello este largometraje es una enunciación de que la retratada no es un objeto pasivo. Ahí el amor se muestra diferente a lo acostumbrado, es un lenguaje claro y sutil, que no puede ser imitado por un romance patriarcal, la forma en que se aman ellas va lejos del mandato heterosexual de poder y
obediencia.
Por otra parte, me interesa tocar un ejemplo diferente en el arte de la música que deja ver la relación entre la historia de la artista, su obra y el colectivo. Björk es una gran artista islandesa que ha mostrado sin pena sus pensamientos en su música y en entrevistas, ella dejó claro por mucho tiempo que no tenía interés por el feminismo, es más decía que le disgustaba, sin embargo, ella tuvo desde su infancia cercanía con ese mundo, ya que su madre feminista la crio alentando su potencial para ejecutar sus sueños y visiones fuera de un canon patriarcal, formó su identidad con total libertad y autenticidad.
Pero fue hasta hace unos pocos años, que volvió a mencionar esta cuestión mostrándose con una postura más cercana al feminismo y comentó algo que me parece muy necesario abordar para ampliar la reflexión sobre mujeres artistas que hablan sobre el amor. Sucede que cuando retoma el tema del feminismo, nos comparte la experiencia que tuvo con su obra y los medios de comunicación, dice que ella ha hecho música sobre temas diversos que no involucraban el amor ni el desamor, hablaba sobre ciencia y activismo, pero no recibía demasiada atención, fue hasta que en su álbum <<Vulnicura>> se muestra vulnerable ante una ruptura amorosa y comienza a tener más atención de los medios.
Aquí no solo se muestra que el foco de una mujer es su relación con el amor, un corazón roto y con «el otro», sino también deja en evidencia que es menos valioso para el ojo público que una mujer trate temas fuera del amor. Siendo realistas con el sistema al que pertenecemos, sabemos que el amor es un pilar en la visión patriarcal que puede dejarnos a las mujeres devastadas por enseñarnos el mito de que el amor le puede dar sentido a nuestra vida y a nuestra identidad. Dice Marcela Lagarde que por mandato cultural se nos ha enseñado que tenemos el deber de amar, aún sin importar si nos aman de vuelta, ya que en el patriarcado es más valioso que una mujer sufra de desamor, a que no ame.
Hablando sobre cuestiones de mercado, el camino común para una mujer artista ha sido condicionado por un cautiverio patriarcal que da la opción de: ser la amante de «él artista» que también hacía un poco de arte, la musa, la mujer locamente enamorada de un hombre o la que sufría por amor. Y así como menciona Serrano de Haro «El lienzo es el lugar en donde librarán la batalla de su independencia», tenemos la posibilidad de reconstruir nuestra identidad como mujeres donde el amor no es el centro de nuestra vida y tampoco es una extensión de nuestra naturaleza, aun sin ser feminista como Björk lo dijo en su momento o tomando nuestros propios medios para crear una obra magnífica que hable del amor entre mujeres como «Retrato de una mujer en llamas», podemos comenzar a trazar nuestra libertad. Sin olvidar plantearnos la siguiente pregunta: ¿a quién le beneficia esa forma de amar?